La delgada línea que separa la estabilidad de la locura. La cordura desatada. El delirio hecho un lío de lana. La facilidad de complicarse. La simplicidad más simple. El grano de arena más diminuto hecho piramide. Y tú tambaleandote en la cima, indecisa, ¿por qué ladera me dejo caer, por cuál me deslizo?. ¡Qué divertido! Ahora hay nieve en el desierto. Todo es posible. Nada es seguro. Sólo sé que no sé nada. Y el que nada no se ahoga.
A veces estoy a un lado de la linea, izando mi bandera, ondeante con el viento, sonriente; otras me tropiezo con esa línea fronteriza y caigo dando una triple voltereta con salto mortal a una piscina de interrogantes. ¡Splash! Y me encuentro nadando a modo mariposa, desordenando mis neuronas, desparramándolas. Tengo un stock de neuronas. Neuronas acumuladas. ¡Se venden, se venden!
Vivo de alquiler en una enajenación y no llego a fin de mes.
viernes, 12 de febrero de 2010
30 de Mar de 2009
He conseguido, después de mucho tiempo, una estabilidad mas o menos permanente. Un estado que se prolonga en el tiempo. Una risa notable, una sonrisa sobresaliente. Y en mi interior la armonía fluye por mis arterias; visita un cerebro que ya no está engañado. Mis ojos dan los buenos días al mundo, mis pies están preparados para saltar de charco en charco, refrescándo mis ideas. Tanto tiempo esperándote aquí. No has traído flores, las he plantado y regado yo misma. Es cierto que en mi cama falta tu aliento, pero qué importa! No voy a darle patadas al tiempo para que avance y salga a tu encuentro. Me quedan brazos para abrazarme y motivos para levantarme con el pie derecho.
El mejor sentimiento.
El mejor sentimiento.
Without sense: 18 de Oct de 2009.
Son tantas cosas las que le gustaría explicarte...
Son tantas inquietudes ahí, en su pequeña mente gobernada por interrogantes. Tantos sentimientos aflorando de un mismo corazón. Tantas sensaciones percibidas por una misma piel. ¿Oyes cómo suspira? ¿Puedes sentir como se le eriza el vello al sentir de nuevo el frío? Esos ojos...Pierde su mirada en el infinito. En el vacío. Desaparece. Y tú...Yo sé que tú no sabes qué hacer. Tan sólo entra y siéntate a su lado. Coge su mano. Tu calor se irá inyectando en su sangre. Y tal y como el ser humano está hecho, tu calor circulara por su cuerpo hasta llegar a su corazón. A veces un gesto sincero, tan solo un gesto, es mejor cura que una palabra finjida.
Son tantas inquietudes ahí, en su pequeña mente gobernada por interrogantes. Tantos sentimientos aflorando de un mismo corazón. Tantas sensaciones percibidas por una misma piel. ¿Oyes cómo suspira? ¿Puedes sentir como se le eriza el vello al sentir de nuevo el frío? Esos ojos...Pierde su mirada en el infinito. En el vacío. Desaparece. Y tú...Yo sé que tú no sabes qué hacer. Tan sólo entra y siéntate a su lado. Coge su mano. Tu calor se irá inyectando en su sangre. Y tal y como el ser humano está hecho, tu calor circulara por su cuerpo hasta llegar a su corazón. A veces un gesto sincero, tan solo un gesto, es mejor cura que una palabra finjida.
Así me veía yo...¿casualidad o premonición?

Así me veía yo. Como quien mira un cuadro; como quien observa una escena con detenimiento intentando averiguar qué pasará después. Yo veía cómo el mar me arrastraba hacia dentro, cómo cada ola conseguía atraparme impidiéndome respirar por momentos. Yo misma me pedía ayuda a gritos; desesperada. Las aguas no me soltaban, se enredaban en mí, o yo me enredaba en ellas. Yo, indiferentemente desde la orilla, miraba cómo aquel reflejo de mí, en aquel espejo tan inmenso, intentaba salir de allí agarrándose con fuerza del aire, poniendo toda su esperanza en algo invisible, en algo etéreo...Decidí dar media vuelta. Mis pies avanzaban alejándose de alli mientras el tiempo y el agua borraban mis huellas y nadie podría averiguar ni ser testigo de que alguna vez estuve allí...
martes, 2 de febrero de 2010
En esta contienda tenemos culpa los dos.
Me duele saber que dentro de tu cabeza piensas lo peor de mí. Perdóname, pero no supe encajar tus necesidades con las mías; igual que tú no supiste escuchar qué era lo que yo necesitaba. No todo estaba perdido, ¿sabes? Pero se me quitaron las ganas de intentarlo sólo con tu actitud. Una relación es el resultado de la suma de dos partes. Y negaste todo de entrada, en vez de intentar mirar la situación con otros ojos. Y vale, quizás soy demasiado independiente, demasiado como para añadirle todavía algo de distancia y miedo. Pero no lo hice queriendo. Quise intentarlo, pero no puedo. Y me dijiste que estaba loca, y que eran caprichos míos. Si tanto me querías, ¿por qué pusiste tantos impedimentos para dejarme el espacio que necesitaba? No te voy a repetir el por qué de pedirte tiempo, sabes cómo es mi vida, a qué la dedico y mis objetivos. Sólo ordenar las ideas, era lo que quería. Pedirte alomejor que las cosas fueran más despacio, por mi "problema" de ser demasiado independiente, no lo sé, porque no me dejaste pensar. Sólo me dejaste actuar mandándolo todo a la mierda porque ya no sabía cómo enfrentarme a tus palabras. Eras tú el primero que me decía que hay mil formas de decir las cosas y tu forma de decirlas lo cagó todo un poco. No te estoy echando las culpas, pero influiste en gran parte. La culpa la tuvo esta loca por intentarlo, como dijimos aquel día. Sabías a qué le tenía miedo, sabías porqué me costó tanto decidirme, pero ahora ya da igual. Ahora bien, una cosa tengo bien clara, yo no he finjido. Te he querido y te quiero ahora. Por mucho que no quieras oírlo ni aceptarlo. Y me duele saber que piensas lo contrario. Me duele no saber nada de tí. Pero no sé que hacer, si hablarte o dejar que pase el tiempo, a ver si eres capaz de ver la otra cara de esta moneda. Sólo sé que si no eres capaz de entenderlo, de reconocer esto que te estoy diciendo, de intentar arreglar esto un poco y no quedar como dos desconocidos, yo ya no tengo nada más que hacer por mi parte.
No quiero que me contestes si es para reprocharme. Piensa bien sobre todo esto. Yo no tengo ningún empeño en llevarme mal contigo, en dejar las cosas así de mal. Yo no te estoy exigiendo nada, sólo que también tengas en cuenta lo que yo siento.
No quiero que me contestes si es para reprocharme. Piensa bien sobre todo esto. Yo no tengo ningún empeño en llevarme mal contigo, en dejar las cosas así de mal. Yo no te estoy exigiendo nada, sólo que también tengas en cuenta lo que yo siento.
sábado, 26 de diciembre de 2009
Tengo un libro que se titula así:
Cuando empecé a quererme:
-Dejé de conformarme con demasiado poco.
-Empecé a saber que estaba en el lugar adecuado, en el momento oportuno y entonces pude relajarme.
-Redefiní el éxito y la vida se convirtió en algo muy sencillo.
-Descubrí que no tengo que perseguir a la vida. Si me quedo quieta y tranquila, la vida viene a mí.
-Dejé de creer que la vida es dura.
-Empecé a escuchar mis necesidades y a no llamarlo egoísmo.
-Dejé de ignorar o tolerar mi dolor.
-Empecé a sentir mis sentimientos, no a analizarlos; sencillamente a sentirlos. Cuando lo hago, sucede algo maravilloso. Inténtalo, ya verás.
-Ya no necesité cosas ni personas para sentirme segura.
-Dejé de desear que mi vida fuera distinta y descubrí que tal y como es, me ayuda a evolucionar.
-Entendí la complejidad, el misterio y la magnitud de mi alma. Menuda tontería creer que puedo entender el significado de la vida de los otros.
-Dejé de proyectar mis fuerzas y debilidades hacia los demás y me las guardé para mí.
-Dejé de esforzarme en hacerlo todo bien.
-Sentí una comunidad en mi interior. Este equipo interior con varios talentos e indiosincrasias es mi fuerza y potencial. A menudo convocamos reuniones de grupo.
-Dejé de culparme por las decisiones que había tomado y eso me dio seguridad e hizo que me responsabilizara de ellas.
-Vi el abuso que supone intentar forzar a alguien o algo que no está preparado. Incluso a mí misma.
-Empecé a caminar, a subir todas las escaleras que me encontraba y a elegir siempre el camino más pintoresco.
-La parte impulsiva que hay en mí aprendió a esperar el mejor momento.
-Empecé a aceptar lo inaceptable.
-Dejé todo lo perjudicial para la salud. Personas, trabajos, mis creencias y costumbres. Cualquier cosa que me minimizara. La razón me decía que eran desleales. Ahora lo veo como amor hacia uno mismo.
-Me olvidé del perfeccionismo, ese asesino de la alegría.
-Pude ser sincera con mis habilidades, y mis limitaciones.
-Descubrí mi objetivo y poco a poco, me fui olvidando de las distracciones.
-Me di cuenta de que aquello de lo que huía persistía a mi lado. Como un niño pequeño tirándome de la falda. Ahora, cuando algo resiste, tirándome de la falda me lo tomo con curiosidad, y buen humor.
-Aprendí a dejar de hacer lo que estaba haciendo, aunque fuera por un momento, y tranquilizar a la parte de mí que estaba asustada.
-Aprendí a decir No cuando quería decir No, y Sí cuando quería decir Sí.
-Pude ver lo divertida que es la vida, lo divertida que soy yo, y lo divertida que eres tú.
-Reconocí mi valor y mis miedos, mi inocencia y mi sabiduría, y les puse un plato en la mesa a todos.
-Me dí cuenta de que nunca estoy sola.
-Dejé de temer al tiempo libre y dejé de hacer planes. Ahora hago lo que me apetece y siempre sigo mis instintos. ¡Es fabuloso!
-Dejé de intentar impresionar.
-Dejé de hacer oídos sordos a las voces críticas de mi interior. Ahora les digo: Gracias por vuestra opinión!. Se quedan tranquilas; fin de la discusión.
-Dejé de intentar ser una salvadora para los demás.
-Perdí el miedo a decir mi verdad porque he descubierto lo bueno que es.
-Dejé de buscar "expertos" y empecé a vivir mi vida.
-Descubrí lo que la rabia me enseña sobre la responsabilidad, y lo que la arrogancia me enseña sobre la humildad, de modo que ahora las escucho atentamente.
-Estuve a gusto con las idas y venidas de la razón y de la desesperación.
-Aprendí a sufrir por los golpes de la vida cuando vienen en vez de hacer de tripas corazón y cargar con ellos toda la vida.
-Me perdoné por todas aquellas veces que pensé que no había estado a la altura.
-Escuché lo que me pedía el cuerpo. Se comunica muy claramente a través de la fatiga, las sensaciones, las aversiones y los deseos.
-Dejé de tener miedo de mis miedos.
-Dejé de revivir el pasado y de preocuparme por el futuro, de modo que me mantuve en el presente donde vive la vida.
-Descubrí que la mente puede tormentarme y decepcionarme, aunque al servicio del corazón es una aliada magnífica y noble.
-Empecé a disfrutar de la libertad.
-Dejé de conformarme con demasiado poco.
-Empecé a saber que estaba en el lugar adecuado, en el momento oportuno y entonces pude relajarme.
-Redefiní el éxito y la vida se convirtió en algo muy sencillo.
-Descubrí que no tengo que perseguir a la vida. Si me quedo quieta y tranquila, la vida viene a mí.
-Dejé de creer que la vida es dura.
-Empecé a escuchar mis necesidades y a no llamarlo egoísmo.
-Dejé de ignorar o tolerar mi dolor.
-Empecé a sentir mis sentimientos, no a analizarlos; sencillamente a sentirlos. Cuando lo hago, sucede algo maravilloso. Inténtalo, ya verás.
-Ya no necesité cosas ni personas para sentirme segura.
-Dejé de desear que mi vida fuera distinta y descubrí que tal y como es, me ayuda a evolucionar.
-Entendí la complejidad, el misterio y la magnitud de mi alma. Menuda tontería creer que puedo entender el significado de la vida de los otros.
-Dejé de proyectar mis fuerzas y debilidades hacia los demás y me las guardé para mí.
-Dejé de esforzarme en hacerlo todo bien.
-Sentí una comunidad en mi interior. Este equipo interior con varios talentos e indiosincrasias es mi fuerza y potencial. A menudo convocamos reuniones de grupo.
-Dejé de culparme por las decisiones que había tomado y eso me dio seguridad e hizo que me responsabilizara de ellas.
-Vi el abuso que supone intentar forzar a alguien o algo que no está preparado. Incluso a mí misma.
-Empecé a caminar, a subir todas las escaleras que me encontraba y a elegir siempre el camino más pintoresco.
-La parte impulsiva que hay en mí aprendió a esperar el mejor momento.
-Empecé a aceptar lo inaceptable.
-Dejé todo lo perjudicial para la salud. Personas, trabajos, mis creencias y costumbres. Cualquier cosa que me minimizara. La razón me decía que eran desleales. Ahora lo veo como amor hacia uno mismo.
-Me olvidé del perfeccionismo, ese asesino de la alegría.
-Pude ser sincera con mis habilidades, y mis limitaciones.
-Descubrí mi objetivo y poco a poco, me fui olvidando de las distracciones.
-Me di cuenta de que aquello de lo que huía persistía a mi lado. Como un niño pequeño tirándome de la falda. Ahora, cuando algo resiste, tirándome de la falda me lo tomo con curiosidad, y buen humor.
-Aprendí a dejar de hacer lo que estaba haciendo, aunque fuera por un momento, y tranquilizar a la parte de mí que estaba asustada.
-Aprendí a decir No cuando quería decir No, y Sí cuando quería decir Sí.
-Pude ver lo divertida que es la vida, lo divertida que soy yo, y lo divertida que eres tú.
-Reconocí mi valor y mis miedos, mi inocencia y mi sabiduría, y les puse un plato en la mesa a todos.
-Me dí cuenta de que nunca estoy sola.
-Dejé de temer al tiempo libre y dejé de hacer planes. Ahora hago lo que me apetece y siempre sigo mis instintos. ¡Es fabuloso!
-Dejé de intentar impresionar.
-Dejé de hacer oídos sordos a las voces críticas de mi interior. Ahora les digo: Gracias por vuestra opinión!. Se quedan tranquilas; fin de la discusión.
-Dejé de intentar ser una salvadora para los demás.
-Perdí el miedo a decir mi verdad porque he descubierto lo bueno que es.
-Dejé de buscar "expertos" y empecé a vivir mi vida.
-Descubrí lo que la rabia me enseña sobre la responsabilidad, y lo que la arrogancia me enseña sobre la humildad, de modo que ahora las escucho atentamente.
-Estuve a gusto con las idas y venidas de la razón y de la desesperación.
-Aprendí a sufrir por los golpes de la vida cuando vienen en vez de hacer de tripas corazón y cargar con ellos toda la vida.
-Me perdoné por todas aquellas veces que pensé que no había estado a la altura.
-Escuché lo que me pedía el cuerpo. Se comunica muy claramente a través de la fatiga, las sensaciones, las aversiones y los deseos.
-Dejé de tener miedo de mis miedos.
-Dejé de revivir el pasado y de preocuparme por el futuro, de modo que me mantuve en el presente donde vive la vida.
-Descubrí que la mente puede tormentarme y decepcionarme, aunque al servicio del corazón es una aliada magnífica y noble.
-Empecé a disfrutar de la libertad.
lunes, 23 de noviembre de 2009
Buscaba.
Buscaba...¿qué buscaba? No lo sé pero he encontrado algo que no esperaba. Yo era la chica que, sentada en el banco de la estación, me limitaba a ver pasar el tren con un montón de personas dentro. Y pensaba que, cada una de esas personas se habían subido al tren adecuado, y a la hora oportuna. Al tren de su vida. Y que sabían dónde habían de bajar o subir, porque sabían dónde estar en cada momento. Aunque no fuese verdad, yo tiraba a todas aquellas personas al mismo saco, porque llevaban un ritmo de vida definido, con algún insignificante sentido. Yo no. Yo iba y venía y cuando me cansaba me sentaba allí. Llevaba un tiempo como una guiri, perdida en una ciudad desconocida, con una sonrisa un tanto estúpida en la cara, sin un plan mejor que vagabundear y observar el panorama. Una estabilidad inquieta. Un nosequé que qué sé yo que me hacía pasar los días diciendome al levantar: vamos pequeña mujer, váyamonos a la aventura. Que sí, que muy bien, ji ji ji, ja ja ja, pero si alguien, en ese momento, me hubiese abierto la boca, metido una cuchara y hubiese rebuscado, no hubiese encontrado nada. Porque dentro de lo que cabe, tenía un vacío. Un vacío que no me impedía seguir -ni mucho menos- pero que ya empezaba a mordisquear neuronas y a llenar de sin sentido mi mente. Hasta que, una noche de verano, sentada en aquel banco alguien se acercó y de repente, dio una pincelada a este lienzo y me miró. Alguien a quien no le importó que fuese una guiri, una loca de la vida sentada ahí, sola. Alguien que me dedicó una sonrisa, y me invitó a subir a uno de esos trenes que pasaban por allí. A formar parte aquel papel, y a pintar una historia...
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