sábado, 26 de septiembre de 2009

Todo puede ser más fácil...


Y te encuentras, caminando, pasito a pasito, volviendo tu mirada hacia un lado, fijándote en esos ojos de otoño que no has visto durante todo el verano, acompañada de una conversación kilométrica y sin fin anunciado, como tantas veces has tenido y que ya añorabas. Y encuentras que soltar palabras una detrás de otra y mantener el oído bien abierto es una terapia. Una terapia que agradeces en ese momento. Porque hoy era uno de esos momentos malos y bajo cero. Uno de esos momentos en los que caminas decidida y la calzada se tuerce hacia la izquierda y te encuentras con un callejón sin salida. Y sólo ves un muro que te entorpece. Pero, ¿acaso no puedes volver sobre tus pasos y retomar la dirección? Hoy a sido uno de esos días, de esas semanas de las que empiezan mal, empeoran, y que luego al final, misteriosamente, acaban por solucionarse con algo tan simple y tan sincero, como una sonrisa. Un abrazo, un beso. De esas personas que te afirman con hechos que están ahí, para lo que necesites. De esas pocas personas que hacen preguntarme por qué coño arrastro la mirada y me lleno de rabia, si no sirve de nada. Qué te hacen dar un vuelco y volver a ponerte sobre tus pies para seguir caminando...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Odio los domingos.

Hoy, otra vez. Hoy de nuevo las mismas palabras. Las mismas palabras, proyectadas, alto y claro, de la misma boca, otro día más. Un discurso referido a un hombre el cual se hace llamar mi padre, y al cual llevo años queriendo borrar de mi vida. Es fuerte, ¿verdad? Querer borrar a alguien...Pero es que, es él el que me está borrando a mí. Me está borrando de su lista de preferencias, de sus responsabilidades. Está borrando poco a poco las palabras que me solía repetir mi madre, hace mucho tiempo ya, cuando le contaba que no quería ir a ver al papá. 'El papá te quiere con locura, pero a su manera'. Sí...el papá solía decir tantas cosas de mí...Al papá se le llenaba la boca de cosas bonitas sobre mí cuando hablaba con otra gente, y yo estaba delante. Pero las palabras se las lleva el viento. ¿Y esas notas que me dejaba, con una chocolatina encima, antes de irse a trabajar, plagadas de dibujitos y con 'mil besos para la hija más hermosa a la que más quiero'?...Esas hojas también se las ha llevado el viento. Igual que el viento se lleva mis palabras cuando estoy hablando con él, porque parece que no le llegan aún estando a escasos centimetros. No me escucha. No me atiende. He perdido todos los domingos, de todas las semanas desde hace 5 años intentando, cada día, que se interesase, lo más mínimo, por mí. Para hablar de chorradas no hace falta tener que ir a casa de un hombre que, a día de hoy, se ha convertido en un extraño. Ir a casa de un hombre que centraba 2 de sus 5 sentidos en la televisión mientras estábamos en la mesa comiendo. Y después, para seguir matando el tiempo, y el silencio, se acostaba en el sofá y roncaba. ¡Roncaba! Y ahí se acababa mi domingo. Pero yo ya ni escuchaba porque sólo me escuchaba a mí gritar de rabia en mi interior. Y Andrea volvía a repetir: mamá, no quiero ir...'Andrea, lo sé, pero haz un esfuerzo, tienes que ir por el dinero'.
Por el dinero, ¿sabes?. Como si fuésemos mendigas, o algo. Por el puto y asqueroso dinero que nunca ha recompensado lo que tenía que aguantar allí. Pero sigue reprimiendote; sigue finjiendo; sigue bailándole el agua. ¡Sonríe!. Sonríe hasta que puedas bajar las escaleras, y salir de allí. Corriendo, si hace falta. Porque ya daba asco caminar por esas calles. Un recorrido que tus pies hacían sin que tu cabeza lo pensase. Cada domingo, de cada semana. Cinco años consecutivos.
Pero desde hace medio año la cosa ha cambiado. Ahora ya no lo veo cada domingo. Lo veo cuando puedo, cuando quiero, y cuando él se digna a aparecer. Es como si huyese. ¿Y el dinero? El dinero, a menos que se lo funda en estupideces inservibles, el dinero le cuesta tanto soltarlo que falta poco para que mi madre se arrodille y le suplique. Lo que te digo, casi mendigando. Le da igual que mi madre esté en paro y que esté haciendo lo imposible por seguir adelante. Le da igual que mi pobre abuela divida su triste pensión entre dos de sus hijas, para que almenos puedan ducharse con agua caliente. Todo le da igual, menos él. No sabes cuánta rabia e impotencia...No sabes las ganas que tengo de chillarle. Chillarle. Chillarle todo lo que me he callado. Todo lo mal que lo ha hecho y que lo está haciendo. ¡Todo, todo, todo, todo! Porque si tú no te interesas por mí yo no voy a hacerlo. No me voy a compadecer de si tú estás mal o si casi te mueres. 'Casi me voy al otro lado...' ¡Pues adelante! ¡Vete! ¡No sé si lloraría...!
Sí, sí que lloraría, pero lloraría por lo que no he tenido, por lo que no me has dado, por lo que no he vivido contigo. Porque yo hubiese preferido, en todos estos años, un poco de afecto, un poco de atención, UN POCO SÓLO, antes que el dinero, antes que cualquier chorrada... Haberme sentido querida, joder...